Guadalajara.-Ahí están cada año. Su presencia se adivina desde el tráfico de Mariano Otero y Las Rosas y se huele, de sobra, en los pasillos de Expo Guadalajara. Si lunes, martes y miércoles las mañanas tenían un cierto aire de solemnidad, de negociaciones, de tratos, la mañana del jueves en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Es el día de las preparatorias y secundarias, que atiborran la feria con un ejército de púberes y adolescentes que blanden, como armas letales, las hormonas que desbordan sus cambiantes cuerpos.
Los muchachos se mueven como hormigas bajo tierra. Circulan por los pasillos y la escena más común, que se repite a cada paso, es un grupo de tres —o cuatro o cinco o diez, los que sean— jóvenes posando para la foto. Celulares y cámaras disparan por aquí y por allá, dejando constancia de la presencia en la FIL de los retratados en cuestión —y es que uno nunca sabe cuándo una foto puede servir como evidencia, que sirva para obtener puntos extra, que sirvan para pasar un semestre. Se posa delante de los stands, en los rincones, sólo o acompañado. Un grupo mira sorprendido el stand de Random House-Mondadori, que regala un libro a todo aquel que recorte y ofrezca el bolsillo trasero de su pantalón. Ahí están los acumulados hasta ahora.
A diferencia de otros años, en esta ocasión no apareció “por casualidad” una celebridad —de esas de las que se apellidan Rosales o Ramones o Zurita o García Bernal o Luna, por ejemplo— en los pasillos. Y los más aliviados fueron los cuerpos de seguridad: aunque atascada de gente, la mañana transcurre con tranquilidad. Al mediodía se van las huestes. Su único rastro: el olor a hormonas nuevas en el ambiente. Porque así son, más o menos, los jueves en la FIL.
Los muchachos se mueven como hormigas bajo tierra. Circulan por los pasillos y la escena más común, que se repite a cada paso, es un grupo de tres —o cuatro o cinco o diez, los que sean— jóvenes posando para la foto. Celulares y cámaras disparan por aquí y por allá, dejando constancia de la presencia en la FIL de los retratados en cuestión —y es que uno nunca sabe cuándo una foto puede servir como evidencia, que sirva para obtener puntos extra, que sirvan para pasar un semestre. Se posa delante de los stands, en los rincones, sólo o acompañado. Un grupo mira sorprendido el stand de Random House-Mondadori, que regala un libro a todo aquel que recorte y ofrezca el bolsillo trasero de su pantalón. Ahí están los acumulados hasta ahora.
A diferencia de otros años, en esta ocasión no apareció “por casualidad” una celebridad —de esas de las que se apellidan Rosales o Ramones o Zurita o García Bernal o Luna, por ejemplo— en los pasillos. Y los más aliviados fueron los cuerpos de seguridad: aunque atascada de gente, la mañana transcurre con tranquilidad. Al mediodía se van las huestes. Su único rastro: el olor a hormonas nuevas en el ambiente. Porque así son, más o menos, los jueves en la FIL.
Édgar Velasco
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