.- Llegada
La única queja de la trasmisión que se llevó a cabo en el Monumento a los Niños Héroes del último (dicen) concierto de Paul McCartney en México fue el arribo al lugar. Faltaron señalizaciones sobre cuáles eran los únicos dos accesos al evento. De ahí en fuera, todo pintaba de buen color.
Y ante una audiencia tranquila, Sir Paul comenzó su concierto. Sólo bastaron las primeras notas de “All my Loving” para que a todos los presentes se nos enchinara la piel, justo como a los 55 mil asistentes al Foro Sol. Desde ese momento, la gente le gritaba a una pantalla: “¡Te amamos, Paul!”. Emocionante.
De primer nivel. No hubo riñas, ni conflictos ridículos, ni un sólo vendedor dentro de la transmisión, un milagro, una maravilla. Mucha gente llevó a sus familias; algunos pequeños levantaban el brazo haciendo la seña del rock al ritmo de “Get Back”, mientras sus padres bailaban con melancolía. Entrañable.
Y la lluvia, en la última parte del recital, sólo sirvió para hacer más emotiva la noche.
Más de 4 mil 800 asistentes coreaban a todo pulmón “¡Hey Jude!”, la gente compartía sus sombrillas, un modesto juego de luces vestía el lugar; el sonido era impecable, al igual que la trasmisión
Hay que dar las gracias. Porque esto no fue las desagradables “Playas artificiales”, o la penosa “Pista de hielo” en el Zócalo. Éste fue un evento organizado y pensado adecuadamente, donde los asistentes sí compartieron en familia, escucharon la mejor música posible y se llevaron su pedacito de historia.
Milenio
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